martes, 13 de julio de 2010

¿Integrar discapacitados o estar discapacitados para integrar?.


Actualmente se aceptan integraciones de niños con discapacidad a la escuela común, apoyadas por la escuela especial y, designándose una maestra integradora. Al presentar el caso de un paciente en una escuela a fines del año pasado, sentìa que se hablaba de la posibilidad de integrarla pero también de los obstáculos que podían aparecer, obstáculos bastante inamovibles y anticipatorios [¿qué va a pasar cuando ....los otros niños estén alfabetizados?].

Al mes de iniciadas las clases se realiza una reunión entre la escuela especial ,maestra integradora, asistente educacional, gabinete de la escuela común, directora de la escuela especial y yo, psicopedagoga del niño. Se hace hincapié en el desfasaje cognitivo. Es real, pero... ¿la integración no tiene otros objetivos ,además del desarrollo cognitivo?

Mientras, pienso en el niño que va y viene con su mochila y sus cuadernos, contando situaciones con sus amigos del aula, y que claramente identifica a las maestras, los cuadernos, su grupo, su escuela, su medio, apropiándose del mismo y permitiéndole un despliegue que hace un tiempo atrás le era imposible. El niño, a veces golpea la mesa o repite las palabras de la maestra, quien también esta aprendiendo a integrar, quien aun esta organizando un grupo de primer año de E.G.B., entendiendo la demanda de los niños a esta edad y en este momento escolar. Los adultos comienzan a decir, no se adapta a la escuela. Yo pregunto ¿ no serán estas conductas el recurso de un niño para pedir una oportunidad, una tarea, una responsabilidad, un espacio para aprender y ser incluida considerándole sus posibilidades?

Construir este espacio lleva más tiempo, más dudas, más cuestionamientos y reflexiones del quehacer docente e institucional, del sistema educativo. Implicarìa atender no solo al sujeto aprendiente sino al sujeto [escuela] enseñante..

La gran preocupación de los adultos es la hipótesis de que el niño va a quedar en un lugar de impotencia frente a los otros , ya alfabetizados. Hoy los niños de su grado, lo ayudan, se muestran colaboradores con él, juegan , lo integran. El disfruta esto y sigue despacito con su tarea diferenciada. Me pregunto¿ no son los adultos los primeros en resaltar la diferencia como impotencia, olvidando el proceso de aprendizaje de un niño, evaluando categóricamente con un ANS, aun no satisfactorio?

Es ley integrar. Esta obligatoriedad ¿ permite mas oportunidad o por el contrario, desde un sistema educativo no formado para la inclusiòn de las diferencias, esta ley generaría obstáculos, resistencias y poco compromiso? La libertad de cada escuela, en relación a què postura tomar frente a la integraciòn de estos niños, quizás evitaría la situación ambivalente de deber aceptarla con muchos condicionamientos que por lo general se anteponen a la posibilidad de conocer al niño en cuestiòn, generando frustración y confusión.

Dudar, preguntar, investigar, descubrir a cada niño con su singularidad, con su historia familiar, con su historia de aprendizajes, con sus tiempos, con su diagnóstico de organicidad o no, tal vez, permitirìa mayor aprendizaje por parte de los que trabajamos en salud y educación, favoreciendo el crecimiento, no solo de los niños, sino de los adultos que trabajamos con niños: docentes, directivos, padres y profesionales.

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